miércoles, 19 de enero de 2011

Crónica: Privatización de la Cantv 1991


El día en que resucitó la telefonía venezolana

Una joyita en venta

Los problemas de comunicación que vivió Venezuela en la década de los 80, llegaron a su fin en una  mañana de noviembre de 1991.  A pesar de que la privatización de la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv), sería una decisión que beneficiaría a la sociedad, algunos sectores políticos se opusieron a que el servicio no siguiera en manos del Estado. Sin embargo, el descontento popular terminó por confiar en el capital extranjero 

Por: Grecia Toukoumidis y Andreyna Rodríguez

Caracas, 16 de noviembre de 1991.
Ring, ring, ring.
Pérez: Aló, estaba esperando su llamada, ¿quién resultó el ganador y bajo qué condiciones?
Móttola: El Consorcio GTE, Presidente. Por un precio que superó nuestras expectativas.
Pérez: Muy bien. Los espero en mi despacho.

***
Solo dos cuadras separaban al auditorio del Banco Central de Venezuela del Palacio de Miraflores, donde se encontraba la oficina principal del Presidente de la República. Allí los esperaba impacientemente. Carlos Andrés Pérez nunca dejó de lado la cordialidad y el respeto por sus funcionarios, aunque lo dominara el nerviosismo propio de una decisión, que marcó el zénit del segundo periodo de su gobierno. El salón de recepción de su despacho fue el escenario de encuentro con los protagonistas del acto: Fernando Martínez Móttola, Roberto Smith, Gerver Torres y Miguel Rodríguez. 

Sentados alrededor del Primer Mandatario, los ministros y el presidente de la Cantv, Martínez Móttola, discutieron durante dos horas sobre las implicaciones económicas, el traspaso de las acciones y la revalorización de los bonos que se producirían luego de la privatización de la empresa telefónica, concretado minutos antes en el Banco Central de Venezuela. 

Alrededor de las 10:00 am en el piso 24, el auditorio estaba a reventar. El olor a madera que habitualmente inunda la sala ya no se podía percibir entre una muchedumbre de 300 personas. Mujeres y hombres vestidos elegantemente y con celulares en mano, llegaron a tiempo para ocupar las grisáceas butacas y alardear sobre quién los había convidado al acto. 

Unos venían invitados por los ministros, otros por Miraflores y los demás eran representantes de los consorcios licitantes.  “¿Cómo hacemos con los gringos que no hablan español?”, preguntaba la encargada de revisar la irrespetada lista de asistentes. Mientras en las inmediaciones del banco la gente seguía intentado entrar, mostrando sus credenciales de trabajo o moviendo sus influencias.

Entre la multitud se escuchó el taconeo. El contoneo de los largos pasos de Irene Sáez, que despistó por un momento la misión de aquellos que querían entrar. Sin mostrar identificación ni dar muchas explicaciones, se abrió el paso para que la ex Miss Universo, quien empezaba a sembrar la semilla de la política, desfilara por el Banco Central y volviera a ser premiada. Esta vez con una de las escasas butacas disponibles de la sala.

El evento aún no comenzaba. Había transcurrido una hora y media llena de algarabía, barullo y expectativas, cuando el maestro de ceremonia decidió dar inicio. Pidió a los presentes que se ubicaran en sus lugares. Sin embargo, los que no tuvieron tanta suerte se conformaron con invadir los pasillos del salón, haciendo que el trabajo del personal de protocolo fuera más difícil. 

Como se si se tratara de un efecto dominó, el silencio se apoderó del recinto. Las miradas del público ya no eran dispersas. Se dirigieron simultáneamente al vacío presídium, para hipnotizarse con el cinetismo de aquel mosaico de madera que decoraba el fondo. El escenario fue tomando vida con la pronta aparición de su primer protagonista. Gerver Torres, presidente del Fondo de Inversiones de Venezuela, con una sonrisa que no podía ocultar, fue el encargado de dar el discurso inaugural. 

Con el rostro iluminado y no precisamente por las luces de aquel techo estrellado, Torres vestía un flux oscuro con camisa blanca. Sus cejas hablaban por sí solas y le restaban importancia a su llamativa frente. “Es un privilegio para todos los presentes estar en el acto más trascendente de la vida económica de Venezuela en las últimas décadas”, dijo. De repente una mujer en el público alzó su voz para responderle: “No es para menos. Es la venta de una joya valiosísima y por eso todos estamos aquí”. 

El economista continuó con su discurso: “El 80 por ciento de la población está de acuerdo con esta transferencia, la cual se logró a través de la paz laboral”. De pronto se rompió el silencio sepulcral que reinaba en el auditorio, cuando Torres pidió un fuerte aplauso para los que tuvieron la labor de gestar el proceso de privatización. 

El momento de abrir los sobres para conocer las ofertas estaba cada vez más cerca. Fueron dos los consorcios participantes en este acto, pues a lo largo del año que duraron todos los trámites para la venta de las acciones, muchas empresas se retiraron por no cumplir con los requisitos exigidos, porque desistieron o porque se aliaron, como es el caso Bell Atlantic con Bell Canada. 

Cuando se dio la orden, los licitantes debían acercarse al podio a entregar sus ofertas. Este fue el instante más esperado de la mañana. El público ya no estaba distraído con sus celulares ni había miradas cruzadas. Todos se concentraban en tratar de descifrar con rayos X el contenido de aquellos sobres. La propuesta del consorcio Bell Atlantic fue la primera en entregarse y la suma ofrecida por GTE, la otra sociedad participante, fue la última en conocerse. 

Las negociaciones internas, que se realizaron desde diciembre de 1990, fijaron como precio base de la Cantv un monto de 2.147 millones de dólares. El porcentaje de las acciones que se pondrían en venta para su privatización, estaba valorado en 888 millones de dólares. El primer sobre, recibido por la notario público Miriam Pérez Quintero, contenía una atractiva oferta. El consorcio Bell Atlantic ofreció 1.407 millones de dólares por el 40% de las acciones acordadas. Al anunciar la exorbitante cantidad, el público se estremeció, dando por sentado que el trato estaba cerrado.

Los representantes de GTE eran los únicos que sabían que esto no quedaría así. Con incredulidad se abrió la segunda oferta. Nadie esperaba que esta propuesta fuera 478 veces más jugosa. Fue de 1.885 millones de dólares la suma que convirtió a GTE en ganadora del proceso de licitación. Luego de anunciar la oferta definitiva, cundió el pandemónium en el auditorio, donde la perfecta arquitectura permitió que la acústica hiciera vibrar la sala. 

En el podio, Gerver Torres, presidente del Fondo de Inversiones de Venezuela y el resto de los protagonistas: Roberto Smith, ministro de Transporte y Comunicaciones, Miguel Rodríguez, ministro de Planificación y Fernando Martínez Móttola, presidente de la Cantv, contagiados por las secuencias de abrazos del público, se unieron a la celebración llenos de júbilo y satisfacción. Transcurrieron 20 minutos para recobrar la calma y proseguir con el discurso del Martínez Móttola.

Con una elegancia suprema en su atuendo y unos lentes correctivos Ray Ban, Martínez tomó la palabra: “Qué dirán ahora los que afirmaron que la Cantv se iba a vender a precio de gallina flaca; qué dirán ahora quienes afirmaban que el resultado ya tenía nombre y apellido. Esto fue un proceso limpio y un paso fundamental para la transformación de las telecomunicaciones”, dijo. Sus palabras también recordaron la ineficiencia del servicio de la compañía y la falta de capital para invertir en la tecnología necesaria que pudiera cubrir la demanda de los usuarios. 

El final de la intervención de Martínez Móttola coincidió con el momento en el que los diputados de la Causa R, Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz y Carlos Azpúrua irrumpieron en el auditorio, luego de haber penetrado en las instalaciones del Banco Central, burlando la incorruptible seguridad del lugar. La intención de los congresistas era hacer público un manifiesto en el que, según ellos, la privatización era un proceso que violaba la Constitución de 1961.

En el intento fallido de los diputados por llegar a los micrófonos, los ánimos del público se fueron caldeando y al unísono coreaban: “Fuera, fuera, fuera”, mientras Pablo Medina pronunciaba un fugaz discurso opacado por el abucheo colectivo. “Nosotros estamos iniciando acciones a los efectos de que se declare este acto como un ilícito constitucional. Pedimos también que se sancione a quienes vendieron este patrimonio de la República”, predicaba. Roberto Smith, haciendo uso de sus cualidades de líder estudiantil, aclamó a todo pulmón: “Concluido el acto”. 

Los vigilantes del Banco Central de Venezuela y funcionarios del Fondo de Inversiones de Venezuela fueron los encargados de agarrar a los congresistas y hacerlos abandonar el auditorio a la fuerza. Entre tanto, aún con el eco del público gritando: “Fuera, fuera”,  Fernando Martínez Móttola, acompañado de los ministros, salió airoso de la sala con la premura de discar la línea directa que lo comunicaría con Carlos Andrés Pérez en Miraflores.









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