miércoles, 19 de enero de 2011

Entrevista Imaginaria


Entrevista a Francisco Salazar Martínez, poeta, periodista y diplomático

Un Florentino con una pizca de diablo

De él se dicen muchas cosas. Que es humorista y que no tiene pelos en la lengua porque dice todo lo que piensa y viceversa. Que no se le escapa detalle a este hombre de letras, de leyes y de hechos. Que es un inventor literario y fue el libertador de los poetas en tiempos de dictadura. Pero ahora es el turno de este bohemio multifacético para expresar lo divino y lo humano de la poesía, y explicar porqué no se considera un humorista como tanto se ha dicho de él 
 
Fue Pedro León Zapata quien descubrió que hay algo de felino en los rasgos de su cara. Dibujó con trazos fuertes el perfil del poeta: un murciélago negro que sale volando forma sus cejas y una línea más delgada descubre, por un lado, su tupido bigote chaplinesco y, por otro, una línea serpenteante que dibuja sus ojos. Un par de ojos de gato salvaje que esconden la ironía de la pluma agridulce de Francisco Salazar Martínez.
Pancho Salazar, como es conocido por sus amigos, es poeta desde antes de nacer, como él mismo se define y como tituló uno de sus libros. Los primeros versos que escribió entre los 11 a los 17 años de edad no tenían nada que ver con la poesía. Para esa época era cantador en los velorios, vendedor de leña y poeta de concurso. Su descubridor de talento, Rafael Caballero Sarmiento, también poeta, dirigía la Escuela Federal Guzmán Bastardo, donde el pequeño estudiaba. En una oportunidad le dijo: “Llegarás muy alto”. Francisco Salazar, en tono burlón, explica: “¿Acaso trataba de borrar mi complejo físico de inferioridad?”
Así es Salazar, un moreno bajito. Tanto así que cuando llegó a Caracas intentando ingresar en la Escuela Naval, el director le insinuó que con esa estatura no tenía vocación de marino, sino más bien de submarino. Desistió de la idea de que el mar fuera su norte y se convirtió en poeta. Sin embargo, mantuvo de los marineros la acicalada vestimenta, traje y corbata siempre, y la pulcritud de los zapatos.  
Como es natural, a las 6:30 de la tarde Salazar se encontraba en la barra de un bar, en la esquina de Los Desbarrancados en La Pastora. Allí celebraba una de sus tantas premiaciones. En este caso, fue aquella que recibió en 1970 con el Premio Municipal de Poesía. No se trata de un logro más que se sumaría a su currículum, pues es un hombre que nace y se reinventa todos los días y no cree en ese tipo de ataduras.
¿Cómo recibe el poeta esta premiación?
Feliz. Yo ignoraba que la poesía tuviera tantos amigos. Esto viene a equilibrar las acciones entre los boxeadores y los hombres de letras, aunque los unos tienen la cabeza en los puños y los otros los puños en la cabeza.
¿Cómo debe ser el poeta?
Debe ser un combatiente, un comunicador de la fe, un dador de alegría, en fin, un levanta Lázaros. Al escribir, no debe reducirse a simples fórmulas del lenguaje y mucho menos someterse a la torcedura de los vocablos para hacer todo incomprensible.
¿Se podría hablar de una crisis de la poesía en Venezuela?
En Venezuela no hay crisis de poesía, mientras existan voces como las de Pablo Neruda, Octavio Paz, Vicente Aleixandre, quienes deberían cobrar buenas sumas por derecho de autor, pues en nuestro país existen muchos pseudónimos de estos señores.
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El sibarita de la palabra no sólo consiguió el galardón por el valor estético e integral de su obra, sino por los aportes literarios como la renovación de la temática de la décima y la creación de un poema en una sola estrofa, a la que llamó sextáfona. Pero Salazar va más allá, no se conforma con escribir valiéndose de arte y ritmo, le suma la visión crítica de un periodista, los argumentos de un abogado y el conocimiento de un diplomático. Es cuatro personas en una sola.
¿Por qué se puso a estudiar Derecho después de tener toda una vida como poeta y treinta años ejerciendo el periodismo?
Me puse a estudiar Derecho con la intención de que el abogado defendiera el pan del poeta. Los poetas casi siempre se mueren de hambre, cuando no se es Pablo Neruda.
¿No se corre el riesgo de que el abogado desplace al escritor?
No creo. Por el contrario tengo la convicción de que el ejercicio del Derecho ayuda al escritor a ser más preciso y concreto en sus artículos. Sthendal, escritor francés, acostumbraba leer el Código de Napoleón antes de sentarse a escribir una página. El decía que le abría la inspiración.
¿Le gusta que ahora le digan “doctor”?
En lo absoluto. Eso de que te llamen “doctor” sirve casi siempre para llenarse el pecho de aire, aunque el estómago ande vacío.
Salazar Martínez nació el 17 de diciembre de 1925, en Aragua de Barcelona, estado Anzoátegui. Es la misma tierra donde nació su tío José Tadeo Arreaza Calatrava, de quien dice le viene la herencia poética. Salazar, desde joven, cultiva las letras con un estilo particular: no se inspira en el día, ni busca poesía en las estrellas; las pare como las madres, de una sola vez y sin afeitarlas.
Sin pensarlo, dando una bocanada a su cigarrillo y utilizando su frase usual “Fíjese usted”, arguye: “Yo no soy humorista, para serlo hay que llevar una vida de amargura y yo soy alegre”. Él lo niega pero sus amigos y aquellos que osan codearse con su figura lo saben. Muchos creen que si el humorismo crea amigos, los chistes de Pancho, cargados en ocasiones de sarcasmos, han debido crearle también algunos enemigos. Porque sus humoradas, especialmente las bañadas en cerveza, son las que despellejan.
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En 1950, en un bar-restaurant cercano al Teatro Municipal y en la casa de la Asociación de Escritores Venezolanos, fue distribuido el poema Carta al General Juan Vicente Gómez que, sin muchas sospechas, estaba dirigido al dictador de turno. Este es el primer título de la relevante obra literaria de Salazar y representó el despertar de la conciencia responsable de los poetas. Con él nació una poesía de ímpetu humano, ligada al pueblo, de protesta y angustia, pero compenetrada a su vez con la esperanza.
La polémica en este campo no cesó, incluso luego de que fue apresado en la vieja cárcel de Obispo por orden del régimen. Ni cuando se terminó la dictadura se detuvo a contemplar los errores de los políticos del momento. Su poesía de protesta se construyó en una síntesis de la amalgamada historia, combinada con los vicios de los gobiernos de aquel entonces. 
¿Cuál es su opinión sobre los políticos venezolanos?
Que a muchos, como dijo el general Linares Alcántara, habría que ponerles un zamuro de prendedor.
¿Qué le recomendaría a los políticos entonces?
Les recomendaría ser menos pragmáticos, que le pusieran un poco de idealismo y de imaginación a su actuación pública y que todo esto se hiciera desde un lenguaje pulcro. Que no confesaran tanto ruralismo mental.
¿Por qué insistir en la historia?
Porque los pueblos que desconocen su historia no pueden ser pueblos saludablemente nacionalistas y son proclives a zarpazos colonialistas. Recuerdo en la escuela  durante un examen de historia de Venezuela, un examinador me preguntó por Guaicaipuro y le respondí confundiendo al cacique con Diego de Losada. La equivocación es justificable en un estudiante de primaria, pero no es justificable el desconocimiento histórico en los parlamentarios. El conocimiento de la historia y la geografía debe ser obligatorio antes de aspirar a un puesto burocrático.
¿A su parecer la mayoría de los políticos conocen de historia?
Si la conocieran no serían políticos venezolanos, pues la primera virtud del político criollo es desconocer la historia de Venezuela.
Francisco Salazar Martínez fue el columnista conocido como Florentino en el diario El Nacional, colaborador y jefe de redacción en El Universal, El Heraldo, La Esfera, entre otros. También se desenvolvió en la diplomacia sin abandonar el ejercicio del periodismo. Su trayectoria abarca la representación de Venezuela en Cuba, México, Suiza, Argelia, Senegal, Bolivia y Costa Rica.
¿Cuál es la principal dificultad de la diplomacia venezolana?
Los bajos sueldos que paga la Cancillería a nuestros diplomáticos. En más de una ocasión los viáticos no me alcanzaron y tenía que sacar de mi propio bolsillo o solicitar préstamos a mis amigos más cercanos.  
¿Qué añora más en la distancia diplomática?
Distanciarme físicamente de mis amigos de la República del Este, donde fui asiduo contertulio nocturno de la “Peña Literaria”, con el objetivo de exorcizar al malogrado crítico del “Grupo Viernes”, Fernando Cabrices (Risas).
El último sorbo de su cuarta cerveza y el sexto cigarro que descabezaba  en el repleto cenicero, indicaba el final de la conversación. Pero faltaba saber algo más sobre este fenómeno multifacético, uno de los pocos que ha parido la tierra venezolana y a la que ha sabido retribuir con creces. Levanta su ceja derecha y con los ojos de indio bien abiertos escucha:
Pero poeta, de todo lo que ha hecho, ¿qué ha sido lo más importante para usted?
Lo más importante han sido mis cinco hijos y mi mujer Lelys, y ella especialmente por ser la madre de mis hijos.

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