La metamorfosis de un revolucionario
Américo Martín fue un hombre de izquierda y se valió de las armas para luchar por el ideal comunista del que se enamoró con apenas 16 años. Ahora, luego de una transformación ideológica, Martín es un hombre democrático, fiel creyente de una oposición pacífica, de la unidad y de la vía electoral como la mejor solución para ponerle nombre al sucesor de Hugo Chávez
A sus 72 años su audición no es tan aguda como lo es su verbo. Conserva una lucidez incuestionable y un donaire que de seguro lleva acuestas desde los años 60 cuando se consagró como comandante en el Frente Guerrillero Ezequiel Zamora, y que mantuvo –18 años después– cuando lanzó su candidatura presidencial. Américo Martín fue un líder que, como cualquier otro en su generación, sufrió una transformación política que traspasó el recuerdo nostálgico del adeco de izquierda, ardió en la seducción del marxismo-leninismo, para luego convertirse en algo que nunca pensó: “un hombre independiente”.
Su domicilio actual se encuentra sobre una alta colina al igual que hace 50 años. La diferencia está en que medio siglo atrás habitaba en la Sierra Bachiller, en el estado Miranda, armado no sólo de fusiles sino de la sed de aventura juvenil por un ideal comunista. Hoy, Martín reside en una montaña de menor tamaño en el sector El Marqués, donde se puede escuchar y observar –a través de la vista panorámica de su residencia– el ajetreo del suburbio caraqueño. Sin embargo, ahora está rodeado de su esposa, sus dos hijos, sus libros y un pensamiento que mutó de lo radical a lo democrático.
Un rebelde con causa
Américo Martín cuenta, como si se tratara de un recuerdo aún tibio en su mente, que a los 16 años incursionó en la vida política como consecuencia del contacto que tuvo con el activismo gremial y político de Acción Democrática (AD) que para aquel entonces había salpicado las aulas del Liceo Andrés Bello donde estudiaba. Su familia también había sufrido persecuciones y algunos de sus tíos estuvieron presos en Guasina durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Todo esto hirvió como un caldo de cultivo que terminó en lo inevitable: su militancia en la Juventud de Acción Democrática.
En el seno de AD el roce entre la influencia comunista que habían recibido las jóvenes figuras y el pensamiento restaurado de los antiguos líderes que se mantuvieron en la actividad clandestina, produciría una hecatombe ideológica que terminaría en el divorcio de las fuerzas adecas. La ruptura se origina porque “Con los comunistas desarrollamos lo que Sartre llamó fraternidad en las trincheras, donde la conexión fue más allá de la amistad y trascendió en lo ideológico”. La gota que rebasó el vaso fue la sanción que le impuso el partido a raíz de un artículo que escribió Martín con respecto al cambio en la tendencia de AD promovidos por Rómulo Betancourt. La separación fue inminente y la radicalización no tardó en aparecer con otro nombre: Movimiento Izquierda Revolucionario (MIR).
No le incomoda responder por qué razón, luego de la separación con AD, no se conformó una unión con el Partido Comunista de Venezuela (PCV), con el que además simpatizaba. Podría pensarse que la decisión se tomó con la idea de generar un liderazgo político. Pero en su opinión, lo que se buscaba era fundar un partido que mantuviera la nostalgia de los primeros años de AD, pero radicalizando las políticas bajo una condición izquierdista y revolucionaria.
Américo Martín reconoce que esa radicalización los condujo a una acción armada que vista en retrospectiva había sido un error. “Pensábamos que no había más salida que tomar las armas, pero sí la había y era un régimen democrático”. Martín es un hombre crítico del gobierno del presidente Hugo Chávez y no le tiembla el pulso cuando caben las analogías históricas para señalar las fechorías que comete: “En ese momento se generó una violencia entre el gobierno y la guerrilla venezolana, pero fue justificada porque teníamos destacamentos armados hasta los dientes. Por el contrario, el gobierno actual realiza persecuciones frente a una oposición pacífica y legal”.
El ocaso de un frenesí
Como él, muchos comunistas jóvenes cayeron en la seducción cubana. Con Fidel Castro, Martín compartía el concepto de la Tricontinental como una estructura dinámica que crearía uno, dos, tres y muchos Vietnam para ponerle fin al imperialismo. Asegura que el nivel de compromiso de Castro era tan elevado que venezolanos como Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano recibieron cursos de entrenamiento guerrillero en Cuba.
Américo era uno de los elegidos de Fidel. “En más de una ocasión me invitó a reuniones y me llevaba a practicar tiro al blanco en La Habana”. Castro consultó con Martín la idea de enviar al Ché Guevara a Venezuela, pero recibió una negativa de su parte con el pretexto de que era necesario que las fuerzas internas comunistas venezolanas se sintieran protagonistas del proceso. “Yo le doré la respuesta, pero la verdadera razón era que no quería caer en una dependencia con Cuba”. Así comenzó el distanciamiento con el dictador.
Martín no recordó cuando fue la última vez que habló con Castro, pero sí recordó como su decisión autoritaria de unir al PCV y al MIR en una sola guerrilla lo había molestado. Considera que el distanciamiento se terminó de concretar cuando “Fidel brindó apoyo a las otras tendencias del MIR para quitarnos respaldo. Lo mismo le hizo a Douglas Bravo en el PCV”.
El ex guerrillero mostró la cicatriz de su pasado oculta como una mancha blanca debajo de su camisa manga larga de cuadros azules y verdes. La leishmaniasis que padeció en Sierra Bachiller, fue la culpable de que estuviera sólo dos años comandando la actividad subversiva. Pero también es la circunstancia que utiliza para desmentir aquella teoría –sostenida por su detractor y ex compañero de lucha Domingo Alberto Rangel– de que Américo Martín huyó durante el desembarcó de Machurucuto, dejando que los cubanos fueran fusilados o encarcelados, “Esas acusaciones eran falsas. En primer lugar porque no estaba enterado de la operación del desembarco, pues sólo habían sospechas; y en segundo lugar porque en ese momento estaba enfermo”.
Sin embargo, Américo reconoce que Domingo Rangel no se equivocó cuando arguyó que el MIR había cometido el error de abstenerse en las elecciones y de no haber concentrado sus fuerzas en la lucha sindical. Y esa se convertiría en la falta que devastó al MIR políticamente. El orgullo de Martín tampoco le permitió hacerse la autocrítica, exigida por el partido, luego de que el frente armado del MIR fracasara. “No creo en la autocrítica impuesta por un buro político. Mi autocrítica está en los libros que he escrito”. Martín así como se había empezado a distanciar de “Fidel, un caballo viejo y un rey destronado”, también se separó del marxismo-leninismo y finalmente del MIR.
Su renacer político se gestó a través de la Nueva Alternativa, una organización política que se adjudicó a un programa político centrado en calar la sensibilidad popular. Pese a que el proyecto falló en el intento y Martín no logró la banda presidencial, sí consiguió cambiar aquella imagen revolucionaria. Pero por su actitud despechada y el cambio en su tono de voz, se entiende que este fracaso político lo golpeo sin compasión hasta el punto de renunciar a la militancia política y convertirse en lo que nunca pensó “un hombre independiente”.
Un revolucionario reformado
Américo Martín se considera un aspirante a revolucionario. “Revolucionario es el que aspira el progreso de la sociedad, no el que empeña las armas y nos regresa a una forma primitiva de organización”. Considera que este concepto se ha distorsionado con la llegada de Chávez al poder y que su forma de gobernar representa muchas de las cosas que se combatían en el extinto partido: “Eso de la deidad infalible, de escoger los cargos a dedo, de promover políticas que arruinen al país no es una revolución sino una ‘retrovolución’ que regresa a los tiempos de Gómez y Contreras”.
Aunque no es dado a desbordarse en elogios, el personaje político que más admira por su acercamiento a la conformación de un proyecto nacional democrático es Rómulo Betancourt. Su admiración es contraria a lo que podría pensarse debido a la persecución que emprendió Betancourt durante la guerrilla. Pero su admiración la argumenta con la honestidad y la conciencia que suele escasear en los políticos, pues lo concibe como una figura que transformó la mentalidad venezolana: del caudillismo hacia una visión institucional de la política a través de la creación de partidos y la autonomía de poder.
Para Martín, en un futuro cercano Venezuela también necesitará un hombre de transición como Betancourt. “Necesitará un hombre que tenga el respaldo de las mayorías, cultura política, personalidad política, saber rodearse, trabajar en equipo y sobre tener mucho coraje”. Aunque no se atreve a mencionar un nombre que encabece estos requerimientos, descarta el suyo, el de Teodoro Petkoff y el de cualquier hombre de su generación ya que considera necesario abrirle paso a nuevas aspiraciones.
Con entusiasmo y esperanza, Américo Martín, reconoce que la Mesa de la Unidad Democrática tiene un reto en los próximos comicios presidenciales. El mayor logro que le adjudica a esta organización es la unidad que se consolidó a pesar de las distintas voluntades que la integran y la victoria que le otorgó a la oposición en las parlamentarias. Pero considera que ahora los objetivos son otros “el reto es ampliarse a otros sectores para conseguir una mayoría inequívoca y a prueba de triquiñuelas”.
Con un tono de voz más jovial Américo Martín se despide con cierta prisa. Eran las 7:00 pm y todavía no había enviado su columna que, como de costumbre, publica en el periódico de su viejo compañero de lucha Teodoro Petkoff. No tiene la fuerza física para una candidatura más, pero su pluma y su palabra tienen el impulso y la viveza que impide que se desprenda de esa pasión por la política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario