jueves, 2 de junio de 2011

Crónica de lo cotidiano: Un beso (taller)


Hay besos silenciosos, besos nobles; hay besos enigmáticos, sinceros; hay besos que se dan sólo las almas; hay besos por prohibidos, verdaderos. Besos que calcinan, que hieren, que arrebatan los sentidos y que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Son los besos de Mistral que se leen, se escuchan, pero cuando se practican saben diferente: ¿Mejor o peor? de muchas cosas depende.

Un beso puede arrojar 77.500.000 resultados en Google, 2 sinónimos en la RAE, 40 mil bacterias inofensivas de una boca a otra, la ejercitación de 30 músculos faciales, una treintena de tipología y centenares de sensaciones. Un ósculo apasionado es el que libera adrenalina para aumentar el ritmo cardíaco, la tensión arterial y fortalecer las defensas. Es el más saludable, el más anhelado. 

El primero siempre se recuerda: el corazón late aceleradamente, las manos cambian de temperatura: sudan y luego se congelan. Lo delicioso de un buen beso, no es el beso per se. Es el instante en el que ambos se acercan de forma sincronizada, las manos de uno se corresponden con la del otro. No se hablan. Sólo el cuerpo lo hace. Los labios se rozan y las lenguas se encuentran, se abrazan como si se hubiesen querido conocer desde hace mucho. No sabes cuánto dura. No ves, no piensas. Solo sientes su respiración y la tuya. Quieres que sea eterno, pero a la vez no, porque sabes que los siguientes serán mejor.  

También hay besos que engendran la tragedia, besos traicioneros y cobardes; hay besos maldecidos y perjuros. La poeta chilena no lo dice, pero son besos de despedida: son los de Judas. Los que no se recuerdan porque duelen. Son los que se mojan en una lágrima salada o los que sólo se producen en la mente. Son los que te hacen pensar: ¿Será realmente el último? Te embarga la nostalgia y quieres detenerlo porque no vale la pena seguir con aquel castigo. 

Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión, ardiente y loca. Es igual que un entuque en Colombia; un aprete en Costa Rica; un chape en Perú, un morreo en España es igual a un zampe en Venezuela. Son esos que se dan después de los dulces y románticos. Ocurren cuando la pasión se desata, cuando ya no hay frío ni calor, sólo calor. Suceden cuando los piquitos  se vuelven infantiles e insuficientes.
No obstante, hay ósculos que no se descubren. Que no se saborean, pues un 10% de la población mundial, no se besa. Ni un beso seco, ni uno francés, nada. No forman parte de las tres cuartas partes de la humanidad que inclinan la cabeza al lado derecho cuando besa o de los más intensos que queman 150 calorías en un extenso beso de 10 minutos. Ni siquiera comparten la tradición japonesa de que los besos apasionados se tatúan en el cuello y en las manos, nunca en los labios.

Los labios, el único trozo de epidermis igual entre hombres y mujeres, es la razón para pensar que cuando se besan, dos se vuelven uno, pero no lo contrario. También ocurre con los peces “besadores” que nadan juntos largas horas, mientras mantienen unidas sus bocas. También son los besos de Mistral: de tempestad y salvajes que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria.

3 comentarios:

  1. Y no olvides mencionar que es tan divertido darlos, que hemos encontrado una infinidad de maneras para darlos.

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  2. GENIAL *.* Sobre todo la parte del primer beso, es..no tengo palabras :DD

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