martes, 7 de diciembre de 2010

Entrevista a Américo Martín, ex-guerrillero y político venezolano


La metamorfosis de un revolucionario
Américo Martín fue un hombre de izquierda y se valió de las armas para luchar por el ideal comunista del que se enamoró con apenas 16 años. Ahora, luego de una transformación ideológica, Martín es un hombre democrático, fiel creyente de una oposición pacífica, de la unidad y de la vía electoral como la mejor solución para ponerle nombre al sucesor de Hugo Chávez

A sus 72 años su audición no es tan aguda como lo es su verbo. Conserva una lucidez incuestionable y un donaire que de seguro lleva acuestas desde los años 60 cuando se consagró como comandante en el Frente Guerrillero Ezequiel Zamora, y que mantuvo –18 años después– cuando lanzó su candidatura presidencial. Américo Martín fue un líder que, como cualquier otro en su generación, sufrió una transformación política que traspasó el recuerdo nostálgico del adeco de izquierda, ardió en la seducción del marxismo-leninismo, para luego convertirse en algo que nunca pensó: “un hombre independiente”.

Su domicilio actual se encuentra sobre una alta colina al igual que hace 50 años. La diferencia está en que medio siglo atrás habitaba en la Sierra Bachiller, en el estado Miranda, armado no sólo de fusiles sino de la sed de aventura juvenil por un ideal comunista. Hoy, Martín reside en una montaña de menor tamaño en el sector El Marqués, donde se puede escuchar y observar –a través de la vista panorámica de su residencia– el ajetreo del suburbio caraqueño. Sin embargo, ahora está rodeado de su esposa, sus dos hijos,  sus libros y un pensamiento que mutó de lo radical a lo democrático.

Un rebelde con causa  
Américo Martín cuenta, como si se tratara de un recuerdo aún tibio en su mente, que a los 16 años incursionó en la vida política como consecuencia del contacto que tuvo con el activismo gremial y político de Acción Democrática (AD) que para aquel entonces había salpicado las aulas del Liceo Andrés Bello donde estudiaba. Su familia también había sufrido persecuciones y algunos de sus  tíos estuvieron presos en Guasina durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Todo esto hirvió como un caldo de cultivo que terminó en lo inevitable: su militancia en la Juventud de Acción Democrática.

En el seno de AD el roce entre la influencia comunista que habían recibido las jóvenes figuras y el pensamiento restaurado de los antiguos líderes que se mantuvieron en la actividad clandestina, produciría una hecatombe ideológica que terminaría en el divorcio de las fuerzas adecas. La ruptura se origina porque “Con los comunistas desarrollamos lo que Sartre llamó fraternidad en las trincheras, donde la conexión fue más allá de la amistad y trascendió en lo ideológico”. La gota que rebasó el vaso fue la sanción que le impuso el partido a raíz de un artículo que escribió Martín con respecto al cambio en la tendencia de AD promovidos por Rómulo Betancourt. La separación fue inminente y la radicalización no tardó en aparecer con otro nombre: Movimiento Izquierda Revolucionario (MIR).

No le incomoda responder por qué razón, luego de la separación con AD, no se conformó una unión con el Partido Comunista de Venezuela (PCV), con el que además simpatizaba. Podría pensarse que la decisión se tomó con la idea de generar un liderazgo político. Pero en su opinión, lo que se buscaba era fundar un partido que mantuviera la nostalgia de los primeros años de AD, pero radicalizando las políticas bajo una condición izquierdista y revolucionaria. 

 Américo Martín reconoce que esa radicalización los condujo a una acción armada que vista en retrospectiva había sido un error. “Pensábamos que no había más salida que tomar las armas, pero sí la había y era un régimen democrático”. Martín es un hombre crítico del gobierno del presidente Hugo Chávez y no le tiembla el pulso cuando caben las analogías históricas para señalar las fechorías que comete: “En ese momento se generó una violencia entre el gobierno y la guerrilla venezolana, pero fue justificada porque teníamos destacamentos armados hasta los dientes. Por el contrario, el gobierno actual realiza  persecuciones frente a una oposición pacífica y legal”.

 El ocaso de un frenesí
Como él, muchos comunistas jóvenes cayeron en la seducción cubana. Con Fidel Castro, Martín compartía el concepto de la Tricontinental como una estructura dinámica que crearía uno, dos, tres y muchos Vietnam para ponerle fin al imperialismo. Asegura que el nivel de compromiso de Castro era tan elevado que venezolanos como Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano recibieron cursos de entrenamiento guerrillero en Cuba.

Américo era uno de los elegidos de Fidel. “En más de una ocasión me invitó a reuniones y me llevaba a practicar tiro al blanco en La Habana”. Castro consultó con Martín la idea de enviar al Ché Guevara a Venezuela, pero recibió una negativa de su parte con el pretexto de que era necesario que las fuerzas internas comunistas venezolanas se sintieran protagonistas del proceso. “Yo le doré la respuesta, pero la verdadera razón era que no quería caer en una dependencia con Cuba”. Así comenzó el distanciamiento con el dictador.
Martín no recordó cuando fue la última vez que habló con Castro, pero sí recordó como su decisión autoritaria de unir al PCV y al MIR en una sola guerrilla lo había molestado. Considera que el distanciamiento se terminó de concretar cuando “Fidel brindó apoyo a las otras  tendencias del MIR para quitarnos respaldo. Lo mismo le hizo a Douglas Bravo en el PCV”. 

El ex guerrillero mostró la cicatriz de su pasado oculta como una mancha blanca debajo de su camisa manga larga de cuadros azules y verdes. La leishmaniasis que padeció en Sierra Bachiller, fue la culpable de que estuviera sólo dos años comandando la actividad subversiva. Pero también es la circunstancia que utiliza para desmentir aquella teoría –sostenida por su detractor y ex compañero de lucha Domingo Alberto Rangel– de que Américo Martín huyó durante el desembarcó de Machurucuto, dejando que los cubanos fueran fusilados o encarcelados, “Esas acusaciones eran falsas. En primer lugar porque no estaba enterado de la operación del desembarco, pues sólo habían sospechas; y en segundo lugar porque en ese momento estaba enfermo”.  

Sin embargo, Américo reconoce que Domingo Rangel no se equivocó cuando arguyó que el MIR había cometido el error de abstenerse en las elecciones y de no haber concentrado sus fuerzas en la lucha sindical. Y esa se convertiría en la falta que devastó al MIR políticamente. El orgullo de Martín tampoco le permitió hacerse la autocrítica, exigida por el  partido, luego de que el frente armado del MIR fracasara. “No creo en la autocrítica impuesta por un buro político. Mi autocrítica está en los libros que he escrito”. Martín así como se había empezado a distanciar de “Fidel, un caballo viejo y un rey destronado”, también se separó del marxismo-leninismo y finalmente del MIR.
Su renacer político se gestó a través de la Nueva Alternativa, una organización política que se adjudicó a un programa político centrado en calar la sensibilidad popular. Pese a que el proyecto falló en el intento y Martín no logró la banda presidencial, sí consiguió cambiar aquella imagen revolucionaria. Pero por su actitud despechada y el cambio en su tono de voz, se entiende que este fracaso político lo golpeo sin compasión hasta el punto de renunciar a la militancia política y convertirse en lo que nunca pensó  “un hombre independiente”.    

Un revolucionario reformado
Américo Martín se considera un aspirante a revolucionario. “Revolucionario es el que aspira el progreso de la sociedad, no el que empeña las armas y nos regresa a una forma primitiva de organización”. Considera que este concepto se ha distorsionado con la llegada de Chávez al poder y que su forma de gobernar representa muchas de las cosas que se combatían en el extinto partido: “Eso de la deidad infalible, de escoger los cargos a dedo, de promover políticas que arruinen al país no es una revolución sino una ‘retrovolución’ que regresa a los tiempos de Gómez y Contreras”.

Aunque no es dado a desbordarse en elogios, el personaje político que más admira por su acercamiento a la conformación de un proyecto nacional democrático es Rómulo Betancourt. Su admiración es contraria a lo que podría pensarse debido a la persecución que emprendió Betancourt durante la guerrilla. Pero su admiración la argumenta con la honestidad y la  conciencia que suele escasear en los políticos, pues lo concibe como una figura que transformó la mentalidad venezolana: del caudillismo hacia una visión institucional de la política a través de la creación de partidos y la autonomía de poder.

Para Martín, en un futuro cercano Venezuela también necesitará un hombre de transición como Betancourt. “Necesitará un hombre que tenga el respaldo de las mayorías, cultura política, personalidad política, saber rodearse, trabajar en equipo y sobre tener mucho coraje”. Aunque no se atreve a mencionar un nombre que encabece estos requerimientos, descarta el suyo, el de Teodoro Petkoff y el de cualquier hombre de su generación ya que considera  necesario abrirle paso a nuevas aspiraciones.

Con entusiasmo y esperanza, Américo Martín, reconoce que la Mesa de la Unidad Democrática tiene un reto en los próximos comicios presidenciales. El mayor logro que le adjudica a esta organización es la unidad que se consolidó a pesar de las distintas voluntades que la integran y la victoria que le otorgó a la oposición en las parlamentarias. Pero considera que ahora los objetivos son otros “el reto es ampliarse a otros sectores para conseguir una mayoría inequívoca y a prueba de triquiñuelas”. 

Con un tono de voz más jovial Américo Martín se despide con cierta prisa. Eran las 7:00 pm y  todavía no había enviado su columna que, como de costumbre, publica en el periódico de su viejo compañero de lucha Teodoro Petkoff. No tiene la fuerza física para una candidatura más, pero su pluma y su palabra tienen el impulso y la viveza que impide que se desprenda de esa pasión por la política.

Leyenda narrativa (imaginaria)

El soliloquio de una mujer desesperada

"Esta vez Dios se olvidó de nosotros. Se olvidó avisarnos a los habitantes de Las Hernández, en Barlovento que el diluvio llegaría como en los tiempos bíblicos de Moisés. Aún así, no pierdo la fe y aguardo, en una calmada agonía, en las puertas de la capilla principal del pueblo. No era domingo de misa pero esperaba un milagro: esperaba que una enorme barca de madera con mil pies de alto llegará por mí y me rescatara como una doncella en peligro. Tal vez debo ser menos fantasiosa y seguir rezando entre murmuros, para que Dios aparezca, cierre el chorro en el cielo y la lluvia por fin se detenga. Cierro los ojos por un instante y sueño con despertar de esta pesadilla. Mientras los cierro, siento como mi holgada falda roza el agua que cubre un poco más arriba de mis tobillos, no tengo botas que protejan mis pies, que ahora caminan a ciegas sin saber que pisan –un escalón, un hueco o cualquier objeto desconocido arrastrado por los ríos. Me rio, por un momento, para mis adentros, no por felicidad sino por la ironía que me produce al ver un niño que carga un paraguas. Tuerzo los ojos y me preguntó amargamente: ¿Porqué carajo lleva un paraguas si la mitad de su cuerpo está sumergido en el agua enlodada? Ahora mí agonía se tornaba amarga". 



Foto: El Nacional

Noticia


Wikileaks: la mayor filtración de la historia
La diplomacia internacional pende de un hilo luego de que la organización mediática internacional Wikileaks publicara a través de su sitio web y filtrara a través de cinco periódicos de reconocimiento mundial como: El País de España, The New York Times de Estados Unidos, Der Spiegel de Alemania, The Guardian de Inglaterra y Le Monde de Francia, documentos que desnudan el comportamiento antitético de los Estados Unidos especialmente en relación con las guerras de Irak y Afganistán.

Son 250.000 mil mensajes que concentran comentarios e informes realizados por funcionarios estadounidenses de las opiniones y datos confidenciales sacados de conversaciones con embajadores norteamericanos o personal diplomático sobre los distintos países con los que EE.UU guarda relaciones diplomáticas y comerciales.

Entre los comentarios se califica al presidente italiano, Silvio Berlusconi como el de las “fiestas salvajes”; Vladimir Putin, primer ministro ruso, como el “macho alfa” y Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, de quien se sospecha alguna enfermedad mental. A parte de los epítetos que recibieron algunos jefes de estado, se destaca que Barack Obama considera a la Unión Europea como un actor secundario y se inclina a favor de Asia.

La controversia ha provocado que el Cablegate devuelva más de 11,4 millones de resultados en Google, convirtiéndose Wikileaks en la segunda búsqueda más solicitada en todo el mundo a través de este portal. Sin embargo, las restricciones y la censura del sitio web no tardaron en llegar principalmente en Estados Unidos y en China. De la hecatombe mediática tampoco se salvó Julian Assange, fundador de Wikileaks, quien además de ser perseguido por la policía británica, tiene una orden de arresto por crímenes sexuales en Suecia. 


miércoles, 1 de diciembre de 2010

Crónica urbana


Casas de cartón, corazones de barro y voluntades de hierro

Según la  Real Academia Española la palabra censura significa: “dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito”. Este concepto se queda corto en la realidad venezolana, pues a nosotros se nos aplica este juicio cuando hablamos, opinamos, pensamos y actuamos de una forma distinta a la ideología del gobierno. Pero eso ya se sabe por conocimiento de causa. El problema surge cuando nos censuran la colaboración, cuando nos ponen una etiqueta de oposición o de pitiyanquis cuando se supone que estás ayudando al prójimo.
Esta mañana, desperté sin saber que mis ojos serían testigo de la injustica, del egoísmo político y de la arbitrariedad de supuestas autoridades. Esta mañana yo como otro número reducidos de ucabistas, pensamos que si bien las clases habían sido suspendidas a causa de las lluvias y los derrumbes acaecidos en la capital, podíamos aprovechar ese tiempo no viendo televisión sino acercándonos al centro de acopio de Proyección a la Comunidad, en Montalbán, para ver qué ayuda se necesitaría.
Los pañales, las compotas, las bolsas de arroz, los enlatados, los rollos de papel sanitario, las medicinas y todo lo que llegaba al centro era dividido en porciones equitativas que luego se enviarían a los distintos centros donde se encontraban los damnificados en los sectores de Antimano y Carapita. La logística fue extraordinaria, algunos voluntarios separaban los insumos, otros hacían inventario, otros empaquetaban y colocaban sobre tirro el nombre del lugar al que se llevaría. No se paraba de trabajar: si llegaba un lote en ese mismo momento se disponía a organizarlo.
Al cabo de dos horas todos los paquetes estaban organizados por nombre: Liceo Fermín Paul, Liceo Los Naranjos, Liceo Simón Bolívar, Liceo Miguel Otero Silva, entre otros. Los paquetes ahora no parecían muchos. La porción que le correspondía a cada institución no le hacía justicia al número de personas que se alojaban en dichos centros. Entre 200 a casi 500 personas debían ser alimentadas con tres bolsas de alimentos. Los bebés tendrían que compartir tres paquetes de pañales. Los enfermos tendrían que conformarse con una bolsa de medicinas. Pero la verdad es que con eso se estaba ayudando y eso es lo que cuenta.
***
Los jeeps llegaron y se dispuso introducir la carga dentro de los vehículos. Mi destino junto con tres compañeros más fue el módulo de Carapita –el cual se decidió a último momento– y el Liceo Miguel Otero Silva. El trayecto fue corto pero suficiente para observar que el barro  que trajo la lluvia tapizaba las calles. Las huellas de los cauchos se marcaban en esa alfombra aún húmeda que le daba un aspecto atroz al paisaje que de costumbre está repleto de basura y de caras que se arrugan para no percibir el olor a podredumbre.
Al llegar al módulo de Salud de Carapita  el olor era distinto pero no más agradable. Se olía la desesperación que se mezclaba con el aroma del sudor, de orine, de pupú. No se podría distinguir cuál olor era cual. En la entrada un grupo de personas con sus escasas pertenencias hacían cola para registrarse en el censo de damnificados que se albergaban allá. Una señora que se identificó como encargada del Consejo Comunal de la zona salió a recibir los insumos y guiarnos hacia dónde debíamos llevar las cajas y bolsas. La gente nos observaba con curiosidad y tal vez con alivio al ver que ya tenían algo que comer.
Empecé a sospechar que nuestra cuota de colaboración no se iba a repartir entre las 455 personas que habitaban en ese lugar. No por lo escaso de los paquetes sino porque los enseres se llevaron a un depósito donde se encontraban unas pocas familias. Resulta, que sin saberlo, el sitio albergaba a distintos Consejos Comunales y cada uno se acercaba a nosotros con peticiones y necesidades distintas. Uno de los voceros del Consejo Comunal Bicentenario, el señor Nuñez, nos contaba que el día de ayer casi 17 familias se dirigieron a Fuerte Tiuna para buscar un sitio para quedarse. Sin embargo, los sacaron del lugar porque no eran el grupo de personas que aparecían en la lista.
“Yo sí creo en el socialismo y en la revolución bonita, pero creo que al pueblo se necesita hablarle con la verdad y no engañarnos como lo hicieron” palabras similares (no contaba con una grabadora en ese momento) pronunció el señor Nuñez. Su cabello blanqueado, su rostro arrugado y su peso sostenido por una sola muleta no reflejaban la fuerza con la que hablaba. Nuñez contaba que llegaron allí a las 5 am después de que los despacharan sin más ni menos de las puertas de Fuerte Tiuna. Enseguida nos invitó al interior del recinto para que nos informáramos sobre las cosas que necesitaban.
Mientras escuchábamos los lamentos y las vicisitudes de las familias que tuvieron que ser desalojados de sus casas por la inestabilidad del terreno a raíz de las lluvias, y mientras observábamos a nuestro alrededor niños durmiendo en el piso, las caras de cansancio y de irritabilidad de las personas, un joven se paró frente a nosotros y nos preguntó de dónde precedía nuestra ayuda. Bajo ningún motivo podíamos pronunciar la palabra UCAB, pues ya existen los antecedentes del rechazo inminente a nuestra casa de estudio, por eso dijimos que proveníamos de un centro de acopio cercano.
De igual forma ese joven, que ni siquiera estaba identificado y que más bien parecía un infiltrado o un soplón de la SS en los tiempos de Hitler, nos echó del lugar. Mientras intentábamos explicar que nuestra intención era ayudar. El joven insistió en que nos largáramos de allí, incluso llamó a la Guardia Nacional para sacarnos del lugar como si fuésemos delincuentes. Fuera de las instalaciones intentamos persuadir al “supuesto funcionario” para que entendiera nuestra presencia en aquel lugar.
Más que escucharnos, tuvimos nosotros que escucharlo a él. Este señor que aún no se había identificado nos instruyó de cómo se estaba procediendo en ese módulo. Nos explicó que los insumos deberían llegar a una central de la vicepresidencia y que allá se encargarían de hacer la distribución de enseres. Sin embargo, habían pasado tres días y la gente se quejaba porque aún no tenían que comer. Entonces uno se pregunta, ¿Por qué no aceptar esta ayuda si hay 455 personas que necesitan alimentarse, que necesitan tomar agua, que necesitan medicinas? La respuesta es sencilla y evidente: una postura política y una mente cerrada dispuesta a sacrificar el bienestar de muchos por el orgullo de unos pocos.
Aún así seguimos hablando con el señor Nuñez. Ahora se encontraba molesto por la forma en que nos botaron del lugar. Él sabía de alguna manera nuestra tendencia política, pero manifestó que no importaba que todo esto viniera de la oposición, lo importante era ayudar al pueblo que estaba en crisis. El señor Nuñez se despidió agradecido y pidiendo que regresáramos. Con una sonrisa se marchó pues tenía otra batalla que ganar, se dirigía a hablar con el alcalde Jorge Rodríguez.
***
El Liceo Miguel Otero Silva queda más lejos. Las subidas  que conducen a la institución son empinadas y estrechas. También están mojadas y en cada esquina se aglutinan las montañas de desechos  que decoran las entradas de las licorerías, las paradas de autobuses e incluso la entrada de la pequeña capilla de Santa Ana. El jeep finalmente paró. A la izquierda se veía que la estructura del colegio se conservaba en buen estado. A la derecha unas cuatro personas que fijoneaban las cajas y bolsas que se descargaban. Hacia arriba se apreciaba un laberinto sin fin donde los cables de luz colindaban con el asfalto como si se perdiera la perspectiva a medida que la carretera se alejaba. Hacia abajo la sensación era la misma.
Este liceo era la nueva residencia de casi 400 personas. En la entrada había un grupo de señores que anotaban en un cuaderno quién entraba y quién salía, o tal vez otra cosa. Sin embargo, nos recibieron agradecidos. Rápidamente nos indicaron que en el segundo piso se había dispuesto un salón para almacenar los alimentos. Al llegar nos sorprendió el orden: las pastas por un lado, los granos por otro, los pañales agrupados, el aceite también y así con cada producto. Las ropas se ubicaron en la planta baja en un cuartito de menor tamaño. Se notaba que había un intento de organización.
Mientras se anotaba los insumos que se necesitarían, decidí pasear por el lugar. Entré a un salón que hacía las veces de enfermería donde habían 8 personas. Primero conversé con dos señoras que acompañaban a un joven enfermo de unos 30 años acostado sobre una mesa ya que no podía pararse. Ellas me contaron que habían comido y que se sentían cómodas en el lugar. La segunda persona con la que conversé era una señora que se encontraba recostada en el suelo. Sufría de migraña y tenía un resfriado por dormir en el piso por dos noches. A ella la acompañaban su nieta y su nuera que tendría no más de 15 años.  
La señora señaló que su casa estaba en la esquina donde el agua se llevó la carretera. También explicó preocupada que muchas personas que viven en casas más arriba del cerro, se negaban a salir por miedo a perder sus cosas. Me contó también, que una señora que tenía hijos pequeños se negaba a desalojar a pesar de que se encontraba en peligro. A través de la Lopna (Ley Orgánica de Protección del Niño y el Adolescente) le llevaron los niños  a su padre para que estuvieran a salvo. Aún así la mujer se negó a  abandonar su hogar.
En medio de la desesperanza y la incertidumbre de no saber qué pasará con su paradero, la señora tirada en el piso y arropada con una fina cobija, agradecía nuestra presencia y con una sonrisa preguntó: “¿Ustedes van a regresar?”.